Son muchos los que piensan que la regiduría tiene más de arte que de técnica y tal vez sea porque su antecesor más lejano, el consueta, se pierde en los registros escritos de la historia del teatro desde la Grecia clásica. No es que se pretenda realizar un estudio antropológico de este interesante oficio, pero ciertamente si vamos a mantener un punto de vista, sobre el proceso evolutivo en la concepcion y ejecución de las funciones laborales del regidor, hoy día más que nunca resulta relevante comentarlo, ya que el cambio de paradigma de esta profesión viene mediado en primer lugar, por la aplicación práctica de las nuevas tenologías y en segundo lugar por la propia evolución sociológica del concepto de espectáculo.
El antecesor más reciente del actual regidor era el llamado primer apunto o apuntador, que durante gran parte del sigo XX daba el texto al personal artístico en tono susurrado, desde las conchas instaladas en la mitad del procesnio; actualmente este sistema ya no se utiliza salvo en alguna reposición clásica que recontruya como era el teatro hace más de medio siglo. No es que hoy día ya no existan apuntadores, los hay, pero son escasos y en concreto en España solo los utiliza la Compañía Nacional de Teatro Clásico y el Centro Dramático Nacional. Su labor actualmente la desarrollan desde algún lateral idóneo de la caja escénica, desde el que puedan seguir el texto que los actores tienen que decir cuando esperan entre cajas, o cuando ya se encuentran en el escenario.
Por otro lado, si nos remontamos más atrás en el tiempo encontramos que el regidor, durante la renovación europea de la escena que se produjo a finales del siglo XIX, desarrollaba con el director de escena y con el escenógrafo funciones de apoyo e incluso a veces las suplía, sobre todo cuando la obra ya se había estrenado o salía de gira. Su labor en aquella época era bastante polifacética y se dedicaba tanto a la coordinación de aspectos artísticos como técnicos del espectáculo.
Con el paso del timpo, la dinámica teatral ha sido sumiendo la representación de las distintas obras y de los distintos géneros, en parte vital para este medio, pero como siempre pasa, para que una obra de teatro exista a nivel textual, no es necesaria la presencia del regidor o del stage manager, como se le conoce actualmente en los países angosajones. La actividad del regidor (estresante a veces por la cantidad de elementos que interactúan en un espectáculo), empieza cuando el autor de la obra ya tiene un productor y un director para la misma, incluso a veces cuando ya se cuenta hasta con un teatro concreto en el que representarla. A partir de este momento la presencia del regidor se hará necesaria cuando se hayan iniciado los primeros ensayos y continuará hasta el estreno de la obra. En una segunda fase, el regidor estará también desponible para las representaciones contratadas y las giras posteriores que se realicen con el montaje de dicha obra.
Descubrir la regiduría poco a poco, permite comprender la pluralidad de conocimientos que debe de poseer un buen regidor, su máxima si la hubiese, debería de ser algo parecido a esto: “Cada representación teatral es única e irrepetible para el público y esto significa que el regidor debe de sentirse preparado y responsable para que así lo sea también, para todo el personal artístico y técnico que él coordina”.
En efecto, para ser regidor no solo se necesitan poseer una diversidad de conocimientos en las distintas áreas de la representación escénica, también se necesita una cierta actitud, un cierto carácter y por supuesto una gran empatía con los procesos creativos en que se ven sumergidos durante la producción de un escpectáculo, directores, escenógrafos y artistas. De todos estos procedimientos, puntos de vista y experiencia sobre la regiduría se dará a conocer como como propuesta de metodológica que sirva tanto a nivel teórico como práctico para realizar este tipo de trabajo y que al mismo tiempo contriuya a llenar el va´cio de información existente en nuestro país y en lengua castellana, con respecto al desarrollo de este oficio.
Lo importante en la regiduría no es cuestionar si es más un arte que una técnica, lo relevante está en haber descubierto que para ser regidor se necesitan poseer dos cualidades: un cierto carisma personal en el territorio emocional y una metodología de trabajo que vaya consolidándose con la experiencia cotidiana. Lo expuesto más adelante se considera imprescindible para ejercer con seguridad y honestidad este apasionante oficio.